He sentido la necesidad de parar ahora, tomar tierra y beber
prados. Sucede que en las plantas de los pies aún está el mapa de tu espalda,
el barro y las cenizas de los mundos destruidos en la guerra aún no han logrado
disiparla. ¿Qué haría sin tu recuerdo? Lo mismo que un campesino sin cicatrices
en sus manos, o un pobre diablo sin pecado. ¿Qué sería de mi cama sin las motas
de debajo? ¿Qué sería de las velas sin amantes o fanáticos? ¿Qué sería de mis
sueños sin dientes de león? ¿Qué sería de mis desvelos sin las moscas y el café?
¿Qué sería de mi ventana sin sus luces? ¿Qué sería del resplandor de la luna
sin un solitario que la ame? ¿Qué sería si no amara tu dolor y el mío?... si
dejara de arrullarlo junto al mar que se desborda en mitad del silencio y las siluetas
mudas que danzan frente a mí. Supongo que mi cordura se fue tras tu desprecio y
las comunes historias que vivimos, las que mi cuello retiene en pequeños saltos
de tiempo. Una lágrima, cayó en el tazón semivacío que retengo en las manos,
una secuela más que muere en un recipiente casi lleno, casi vacío, casi
estúpido. Una peca más apareció esta mañana, la descubrí frente al espejo
mientras jugaba a escribir la verdad de la vida con el vapor de la ducha, se
coló junto al lunar que besabas cada mañana, como las otras seis que han nacido
en estos meses; es para mitigar tu ausencia, pero aún no es posible, así que
terminaré siendo una triste y olvidada mancha oscura, tal vez con unos sucios
lentes. Quisiera saber dónde están los cuentos nocturnos que me contabas para
dormir o los pies fríos que me despertaban en mitad de la madrugada buscando un
poco de calor, responde, a qué lugar debo partir para encontrar las promesas,
las siestas en el sofá, los errores cómplices, los globos libres, la planta que
dejé cuando partí… mejor no respondas, desde mi soledad encuentro la verdad que
antes huía entre los caprichos de mi amor egoísta y tu acto imperfecto.