martes, 7 de mayo de 2013

Bigotes bajo luna


Para qué quiero yo una cabeza de zorro,
con bigotes, nariz húmeda y ojos pardos.
Para qué aquel disfraz, si se esconde tras las hojas secas
del otoño en el que decidimos amar.
Para qué dejar huella en el pasto encrudecido,
si el tiempo nos hizo viejos y no logramos soñar.
Para qué aullidos, cantos o cacareos
si los tambores de sacrificio sonaron por cada cueva
dejando tras sí sólo piel y huesos.
Para qué la noche crepuscular y la luna en madejas de lana,
si hace mucho que el invierno penetró el alma.
Para qué un zorro?  Si ya nos destrozamos como
dos irreparables caníbales intentando sanar.
Para qué el fanatismo poético,
si el tacto se drenó junto al vino,
en el colapso de las palabras prostitutas y animales.

lunes, 6 de mayo de 2013

Inicio de un cuento


Llovía con dolor, como si el cielo no quisiera continuar arriba, como si deseara despegarse poco a poco y convertirse en mar dulce. Se iluminaban hasta los manteles más oscuros con la sinfonía de relámpagos que acompañaba la transición del inmenso y triste sombrero azul.
Los pájaros caían como hojas secas sobre los carros húmedos, con vidrios nublados de cansancio citadino; las ventanas de las casas morían de ganas por dejar entrar al cielo y que cada habitación se azulara de azúcar, causando gritos despavoridos de sus habitantes, sólo por diversión, porque las ventanas pasan días enteros de aburrimiento y soledad, a excepción de esos en que los cuerpos desnudos salen sin tapujo a fumar uno que otro cigarrillo.
En mitad de la guerra por quién se quedaba con el sombrero azul, Paloma caminaba en medio del ruido, las angustias y los perros sin maullar. Tomó su paraguas y se fundió él.
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jueves, 2 de mayo de 2013

Luego, nada


Alguna vez creí en los sueños,
que se rompen y se sofríen en la lluvia de mañana,
que se comen en la cama y se comparten de boca en boca,
que les  cuesta salir de las cobijas,
y luego de un café oscuro toman un abrigo y salen a fracturar.
Golpes certeros y constantes,
golpes que dejan de doler luego de un tiempo,
cosquilleos molestos jugando a ser espasmos.
Otra vez creí en las circunstancias,
que obedecen a un sistema cíclico,
un tanto pendular,
que van y vienen, como las piernas desnudas
y los torsos eclipsados..
Luego, los sueños y las circunstancias,
no fueron más que alimento,
uno que dejó en mí, aliento a flores muertas,
uno que delató el agujero negro de mi cama.