lunes, 24 de junio de 2013

Hubo una vez una gran espalda

Incrustado en comillas y encerrado en canciones,
por milenios prostituido en historias con finales,
finales sin puntos suspensivos o vacíos gramaticales,
finales en donde queda en el aire de resignación
un triste y solo punto que olvidó lo que solía ser un gran párrafo
… una gran historia.
Cenas frías, velas desgastadas, una persiana llena de polvo,
un polvo con pequeños universos de pieles y un rollito de vasos sanguíneos,
de tanta sangre, de tanto llanto…
En qué calendario dejó el hombre al amor,
en cuál cenicero consumió su último aliento,
en dónde talló el sepulcro,
necesito encontrarlo, porque absurdamente
cada noche, sueño que está vivo.
Y de qué me sirve contar aún las pecas
de cada pierna, de cada boca,
si al final encontraré una “encomillada” y prostituida espalda,
ninguna como la tuya,
todo un cielo condensado en carne.