miércoles, 25 de noviembre de 2015

Desprenderse en un segundo

75 revoloteos, un segundo, colibrí,
un segundo, 1,5 milímetros, caracol,
30 metros, guepardo, un segundo,
miles, un segundo, nacimiento de estrellas,
un segundo, decenas caen, rayos,
dos kilómetros, pez espada, un segundo.

Un segundo, memorizando un momento,
un segundo, partiendo,
un segundo destilando nostalgias,
un segundo perdido,
en el que hubiese podido
volar, arrastrarme, nacer, caer, nadar.

Un segundo para oler un jazmín,
contar las pecas de la luna,
tocar con la lengua la punta de un flan,
pisar una hoja seca,
dilatar las pupilas,
reír con mi hermano,
escuchar a papá,
besar las arrugas de mi abuela,
abrazar a mamá.

Un segundo para dejar amistades condicionales,
un segundo para desprenderme de viejos amores,
un segundo para perdonar y correr...
Hora de salir, hora de vivir…un segundo.



domingo, 15 de noviembre de 2015

Re - inicio

Las historias y sus derivaciones,
las historias y sus intersecciones,
las historias y sus narradores.

Voces distantes que ridículamente
tratan de inmiscuirse,
ser protagonistas de una historia ajena,
que quieren hacer propia,
sin interés en las tintas, las tramas,
mucho menos en los pentagramas,
solo el deseo voraz de consumirla y devorarla.

En el camino encuentro narradores de historias,
unos más convincentes que otros,
otros más carcomidos que el pan,
panes más insípidos que el agua,
agua que moja pero no sacia,
saciedad que intenté matar con
un libro inesperado,
dos hojas de trampas para roedores,
una manzana de un patético cuento infantil, disfrazada de una taza viajera
un tren de colillas
y una escoba que prometía barrer tristezas,
en cambio, atrajo polillas.

Polillas que regresaron a morder la carne
de masacres pasadas,
de desechos de narradores de historias,
que vinieron uno tras otro
a impregnarlo todo de un dulce púrpura,
y luego, tajarlo todo en pedazos blandos,
para así, tener una gran historia que narrar.

Lo admito, este último no solo era un gran narrador,
era uno con talento de actor,
escribió obras decentes,
las interpretó, las manipuló, y luego de recordar que estaba vivo,
cerró el telón.

Y aquí estoy, con las polillas revoloteando,
algún día partirán, como siempre, lo sé
y espero que ser parte de tu juego
hubiese sido de utilidad,
ahora tienes una buena historia que narrar.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Fracaso a las clases de baile

El movimiento  del péndulo
clava un dolor rítmico acá dentro.

Cada amanecer duele en los párpados,
y aún así abren sus caparazones cada mañana.

Existen composiciones temporales
en las que olvido bailar, mis pasos jamás han sido los mejores,
la danza del vivir, en ocasiones, parece solo un espectáculo,
que no nace de adentro, que aprendemos y heredamos.

Y, a veces, me siento en los ríos que trazo (un tanto asimétricos),
a botar piedritas y esperar,
esperar, a que una luz o algo al menos brillante baje,
baje y me grite, me revuelque, me arrastre, me quiebre, me una,
o al menos me demuestre su existencia.

Y viene otro amanecer,
de nuevo los párpados,
de nuevo el ritmo,
de nuevo la quimera…
de nuevo la nada.

De nuevo yo, esperando esa maldita luz,
que confundo con personajes similares a un bombillo,
se acercan, se funden, se pierden en el péndulo.


Imagen tomada de Talenthouse