jueves, 30 de agosto de 2012

Estacionario


Llueve, como tiene que ser
Las gotas se funden con las cenizas de cigarros muertos, así tiene que ser
Mi espalda se inclina en vertical,
Mis labios resecos se quiebran como cristal callejero,
Mis piernas ajenas al cuerpo,
Así tiene que ser,
Usted en su ventana y yo en la mía.
Las larvas devoran la carne, como tiene que ser
Las bocas se muerden,
La retórica se bota,
Los escalofríos se reservan,
Las flores se saborean,
Los desolados se lamentan,
El pasto seco se cuela en las pantaletas,
Así tiene que ser,
Usted viendo el verano y yo creando el otoño.

sábado, 25 de agosto de 2012

Fin del ciclo distorsionado de un amor

Estaba allí, junto a las ruinas del ferrocarril, mientras yo le veía llorar. Vestía con ese pantalón a cuadros que tanto odié y sus zapatos marrón, tan grandes como las ventanas que solíamos visitar. Sus lágrimas caían tan lento que parecía un film casi poético, sólo que la musa no era yo, sino la mujer que se alejaba a través de la luz insoportable del medio día. Pensé en sonreír, por fin los cuadros se desteñían con la misma sal con la que se borró el color de mi espalda. La sequedad que invadió mis manos durante tanto tiempo se volvió casi desértica, ese patético cuadro no calmó nada, ni siquiera los lobos hambrientos  de mi sala. El cielo inició su fiesta de disfraces, el vestido naranja cayó sobre su rostro inerte. Estaba inmóvil, por un momento creí que había muerto, pero los cadáveres no lloran con frecuencia, tal vez en las madrugadas, pero nunca en la tarde con el ruido lejano de los cuervos. Sus ojos parecían mapas, con delgadas líneas que resaltaban lo rojizo de sus párpados. Temblaba, no de frío, el vacío también hace vibrar los huesos. Sostenía aún el libro sin cubierta en donde guardó la esencia de cada mujer que desnudó, la inocencia de su primer amor, la locura roquera de su quinta o tal vez décima víctima, y por supuesto, mi poesía. Era una hoja en blanco, insípida y común, que decidió pintar con la sangre de otros. Su cuerpo comenzó a endurecerse, y sus brazos se llenaron de hojas, cuando bajó la vista los pies ya habían pactado con la tierra, él ahora era un árbol, que yacía junto a mí, en el bosque del desamor. Todo había terminado, así que tomé la página de su libro y volví a la ciudad, tras largos meses de soledad.


martes, 7 de agosto de 2012

Marcha nocturna


La humedad llegó hasta el techo,
Ahora puedo imaginar figuras de moho: ahí va el paisaje, se deshizo la lechuza…
Los girasoles también mueren en el día, al igual que las bocas,
Las líneas en curva forman bocas, en corazón, en veneno, en hiedra…
Los elefantes deben tener una gran boca, al igual que las iguanas,
Debería besarlas, pero el techo aún sigue húmedo.
Las camas pueden marchar unas tras otras,
Mientras la cabeza gira al compás de una carpintería ebria,
Así dejaría de unir pensamiento tras pensamiento, porque de allí no es posible sacar una marcha.
Uno, dos, uno, dos… en posición correcta! 
Las cenizas rondan mi ventana, lloró en ellas la cebra y el camello,
Al igual que las montañas y los transeúntes que veo pasar en madrugadas,
Tres, cuatro, tres, cuatro… descansen!