martes, 23 de junio de 2015

Mientras duermes

Un roce tibio en la mano,
una tímida e insegura caricia,
una tibia inhalación en mi cuello,
y un suspiro con sabor a canción,
pero no la tonada triste que tarareábamos
en días pasados de piernas llenas
y espaldas vacías,
con la que los viejos lloran en las tabernas,
mientras fuman recuerdos y ausencias.

Canto en las noches, mientras duermes,
invento historias en noticas que pego en tu frente,
las doblo hasta convertirlas en figuras navegables
en tu lengua de marea alta y en tus yemas de agua,
son retóricas que jamás dirás, tampoco yo,
porque no las sientes, porque juego a no sentirte,
a pesar de invadir mis sueños,
no eres nada, pero te siento como todo.

      Imagen tomada de Talenthouse


jueves, 18 de junio de 2015

Hipotérmica

Los escalofríos se vuelven recurrentes,
los días cada vez más atestados de bruma,
las noches parecen una trinchera,
amanece y debo cerciorarme si aún sigo en guerra.

Para qué molestarme en alzar la vista,
si ya sé lo que encontraré.

Un techo se desmorona
en diminutos cadáveres de rocío,
mientras desciende la temperatura.

Los músculos no reaccionan,
mi cuerpo se asemeja más a un erizo
con centro de flan, neutro y aguado.

Baja un grado, dos, tres, cuatro, cinco putos,
seis, arden las yemas de los dedos y las plantas de los pies,
siete, se borran las pecas de mis labios, se tornan violeta,
[oh violeta de mis entrañas, de mis hematomas de transeúnte torpe],
ocho, de escalofríos a convulsiones,
nueve, mi nariz juguetea con mis dedos a cinco metros de distancia,
diez, auroras se despliegan de mis pulmones…
Mierda, ya estoy muerta, bajo capas de hielo y un sueño anímico.


Ilustración tomada de Talenthouse.

lunes, 8 de junio de 2015

Mantener distancias

A esconder servilletas y tinta,
palabras dulces y escritos inapropiados,
caricias a destiempo, noches de horas continuas,
sonrisas espontaneas, y por supuesto, distancias reducidas.
No se te ocurra por un momento insinuar qué sientes, o sueñas.
Se me ha prohibido sentir.
Es hora de la armadura, porque en este mundo
no tenemos cabida los corazones diferentes.

Solo debo sonreír y esconder el cosmos bajo una ojera,
tirar a la mierda la magia octagonal, mirar al cielo,
y alojarme allí, en lo alto del azul petróleo.

Donde un beso de pestañas y un abrazo de lenguas
sean más que el primer acto de unas sábanas,
donde alguien que navegue en la misma marea,
vea más allá de la desnudes de un cuerpo
y se arriesgue a explorar y recorrer
por la desnudes de un alma.


viernes, 5 de junio de 2015

Mi revolución

Construí con mis manos rasgadas de tierras áridas:
Montañas de colores ridículos,
arroyos de santidad no dogmática,
un cuartico de azucenas marineras y
un corazón tejido de trocitos y ratos,
ratos bienvenidos, ratos forzados,
ratos de ratos.

Una trinchera de luceros, que brilla cada noche
en el cielo al que esbocé,
tras saltos en paracaídas
sin razones ni leyes físicas.

Y  me marché dejando atrás
caminitos de pintura,
buscando amor,
oliendo esquinas,
bailando sobre dolor,
durmiendo en despedidas.

Mientras, afuera, figuras de agua
desaparecían encerradas en peceras.
Inhalé, arranqué sudores
y seguí buscando,
no importa a quién o qué.

Fotografía de Aneta Ivanova