El verde grisaceo del aire ha saturado el cuarto,
de vez en cuando enciendo un incienso, pero hoy no basta,
las sabanas continúan en el suelo y las cobijas no son más
que montañas.
Las luces en el techo no se pueden apagar, giran y giran
hasta confundir a mis pupilas
que terminan en el interior de mis huellas dactilares,
toco y veo, veo y toco, me enceguezco y las luces siguen
allí.
Mis cortinas se estremecen de tanta hermosura externa,
mientras yo me pudro junto a esa manzana, amarillenta, igual
que yo.
Me he convertido en agua, o al menos algo similar,
no siento nada en mí, solo un recorrido inexacto de grifo a
grifo,
incolora, insabora, intangible, incierta, inversa, in… on.
Aprendí a hacer fractales con mis INcoherencias,
pintar paisajes secos también despierta sueños,
así que continuo instalada en el fondo de ese pocillo lleno de café viejo.