Supongo que nos perdimos en el mismo instante en el que nos
conocimos,
para qué mentir, si de eso se ahogó el mundo, y nosotros no
fuimos la excepción.
Los cafés se hundieron en una guerra naval histórica, en la
que los escritos
fueron banderillas de victoria y las vagas casualidades
motivo de idolatría.
Los vasos todavía
contienen los pozos de café y un poco de nostalgia comprimida en colillas,
la ventana ya no es la misma, tampoco yo,
aun así pienso en lo que fuimos, que no fue demasiado,
pero tampoco suficiente.
Cadáveres de besos continúan suspendidos en el aire,
al igual que el adiós jamás pronunciado…
Nos faltó valor, te falló el amor, me sobró soberbia…
El dolor no
frecuentó, porque, a veces, el orgullo es nuestra única arma,
pero el tiempo, los errores, y mis compañías nocturnas
traerán a mí el recuerdo
de esa tarde en la que decidimos perdernos juntos, y la
mañana en la que los dos encontramos el camino actuando un adiós.