Me dejé caer, sin restricciones ni temores,
sin tristezas aferradas al paso,
sin cerrojos en las manos, ni acertijos.
La sombra se dejó llevar…
Sin guardianes ni luces en cápsulas,
sin cinturas o espaldas de reemplazo.
La columna vertebral
se deslizó en cuerpo ajeno,
se ensució de vino y se embriagó en una habitación en la que
ya no había fiesta.
Y el alma olvidó escribir en medio de la confusión, en medio
de las sonrisas de paso,
y el omoplato olvidó que
también de allí nacen alas,
y la vida olvidó que cuando se sueña, los ojos siempre te
obligan a despertar y seguir…
Y frente a tantos movimientos incorrectos pienso:
¿Por qué hay aves que se ven obligadas a vivir en tanta
inmundicia, por qué cambian la grandeza de la naturaleza por calles llenas de
excrementos y miseria?
Entonces, me pregunto si desde el cielo alguien nos
observará y se preguntará lo mismo.