lunes, 13 de junio de 2011

UN CUENTO DE CUNA

Deseo el silencio,
Hace ya lunas que mi boca no condena,
Hace ya soles que mis ojos no dicen la verdad,
Anhelo la verdad,
No solicito más,
Señor verdugo,
Deje ya de enlazar mis manos
Tras la cadena que cuelga de su ingle,
Acaso no conoce de pasión?
Le contaré una historia
Que ni usted merece escuchar
Ni yo soporto recordar.
Solía ser una mariposa,
Así usted no lo crea,
Con hermosas alas que dibujé yo misma
En la alfombra de mi sala,
No he sido buena jamás con las manualidades
Pero obviando los defectos en el corte
Solían ser unas maravillosas alas.

Cuando las tardes se hacían agotantes
Y me cansaba de ser “real”
Repartiendo sonrisas infundamentadas
En medio de hipocresías en forma de moneda,
Un maniquí con traje: siga usted, bienvenido, siéntase como en su casa,
Pero si no tengo casa, por eso trabajo como un peón
Cómo se le ocurre que la esclavitud aún existe,
Yo trabajo por mi cuenta y me pagan un salario
Que me sirve para alimentar a mis hijos, ya que procreo como me ha mandado Dios.

Cuando me cansaba de esto,
Extendía mis alas y flotaba como si en las fisuras de mis manos y mis pies
Se quedara el aire y parte del cielo,
Luego volvía a mi casa común, de ventanas comunes y alfombra común,
Sin rastros en mis manos o pies.
Un día un ave se posó en mi ventana común,
Cantaba y miraba al interior con desdén
Hasta que un día le dejé pasar,
Al ver mis alas guardadas en mi hilar
Deseó de inmediato conmigo volar
Pero el tiempo pasó y los dos nos enjaulamos
En mi casa común, de ventanas comunes y alfombra común,
Porque sus ansias de explorarme consumieron en mí
Lo que soñaba al abandonar la realidad,
Un día el pájaro me arrebató mis alas con las que logró de nuevo volar,
Mientras yo caía en un desierto logré recordar
Que no eran mis alas las que me hacían volar,
Pero fue tarde porque ya mi cuerpo tocaba el piso,
Jamás quise volver a volar.
Así que si me preguntas repugnante verdugo,
No tengo un cuento para contar,
Porque es de noche y mis palabras
No te ayudarán a soñar,
Así que trágate la sábana
Y deja ya de preguntar.


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