lunes, 6 de junio de 2011

DOS EN NADA

Una noche dejé en la ventana de mi cuarto a mi corazón,
Tras una larga discusión decidimos que era mejor alejarnos,
Él tenía una gran molestia por causa de mis pies
Quienes se negaban a divorciarse del suelo
Y un gran dolor a causa de mis ojos que por tener una aberración por el rosa
Impedían distinguir las formas de los ángeles y solían confundirlos con siluetas de papel.
Yo, no aceptaba su manera descontrolada de amar,
Esos movimientos devastadores para mi caminar,
No hacíamos más que discutir,
Años de llanto y perdón,
No puedo negar que me permitió
Darle a mi vida el tinte de azucenas que anhelaba,
El olor a limonera en el ardor de una ciudad,
Pero mi cuerpo me culpó,
Desgastado, envejecido y agotado
Solicitó alejar al causante de mis repetidas
Inestabilidades y naufragios ya previstos.

Esa noche hacía frío y el agua empapaba su inagotable persistencia de amar,
Pasaron días, gritos, llantos, robos, despedidas, nacimientos,
Pasaron noches, estrellas, travestis, lujuria, soledades…
Mariposas le anidaban, pero el terciopelo no es un gran escudo
Así que parte de él fue alimento de fantasmas y abono del azar.

Mi cuerpo se llenó de luz,
Mis pies no dejaban de bailar,
Pero mi pobre corazón divagaba sin dar paso atrás,
Recorrió mi antiguo barrió, que ya estaba deshecho por “la modernización”,
Visitó el jardín infantil en que solía imaginar, que ahora sólo eran ruinas,
A los niños ya no les permiten soñar,
Viajó hasta el colegio que le enseñó a amar,
Pero el árbol que cubrió su primer beso, había muerto, junto a todo
el verde que cada día lograba a su oscuridad purificar,
Caminó por las calles de antiguas ilusiones,
En medio de alcohol y humo de cigarrillo,
Que bañaron su juventud,
Estaba invadida de carne maloliente
Haciéndose llamar humanos.

Suplicando por un poco de amor,
Sin conseguir más que palabras de excusas,
Logró aterrizar en el parque en el que
Amó, besó, soñó, imaginó, dio vida, creó…
Allí se refugió bajo los árboles que en ocasiones
Abrigaban a los mendigos que olvidó la sociedad,
Se cubría con las hojas secas que caían con serenidad,
Mirando hacia el castillo que meses antes fue su hogar,
Trató de orar, pero no conocía la existencia de un Dios,
Trató de morir, pero en vano retó a su inmortalidad,
El que se pudre es el cuerpo no el corazón,
Él jamás lograría su esencia apagar,
Así que regresó a la ventana de mi cuarto,
En donde y con frecuencia
Nos dedicamos el uno al otro a admirar,
Algunas noches lo llevo a la cama conmigo,
Y solemos escribir y llorar,
Pero en la transición  en la que se ha convertido mi razón,
Es imposible volver a conciliar.

Mi corazón vive fuera de mí, cuando hace frío y llegan los recuerdos me visita,
Mientras tanto mi cuerpo de luz anda vagando vacío por un arte devastado
Y un presente de gárgolas sin vida, pero con un hermoso aparentar. 

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