lunes, 29 de agosto de 2011

Mis noches


Volví a retomar mi viejo hábito, ese que seca las encías y fragmenta la sonrisa, ese que vuelve cada vez que necesito llenar un vacío y busco humo para hacerlo. Mi hábito, ese de sentarme junto a una ventana y jugar con las luces de los postas mientras intoxico afrodisiacamente mis pulmones, sabor a desdén, a veneno que calma, a pequeños saltos cardiacos que me acercan a la calle negra que no dejo de mirar…  Es una enfermedad esa de mirar obsesivamente por las ventanas, dejaré todo, mis manos, mis senos, mis piernas y hasta mi cuello, no importa si de a poco las personas van tomando fragmentos de ellos…eso,¡¡¡ llévense todo de mí!!!, realmente no me importa, devórenme como un pan seco en saliva de mendigos.  Sólo me importan mis ojos, para seguir viendo a través de la ventana todo lo que soy y seré….. transparente como el vidrio, con pequeñas, casi insignificantes, manchas que forma el tiempo y descuido hasta que es imposible removerlas…..pareciese que llevara a algo, pero mi cuerpo, al igual que el cristal impide que se llegue. Mientras arruinaba la sonrisa casi perfecta que mi dentista y mis padres se han esforzado en mantener, conté las líneas de las baldosas, llegué a cien y me mareé, de repente sentí muchas náuseas, al igual que cada vez que intento ser feliz, cuento unos cuantos días, tal vez noventa en promedio, y vuelvo al baño a vomitar.  Es así, me trastorna el hecho de quedarme una vida entera contando líneas de baldosas, repetitivas, agotadoras, siempre iguales, unas más sucias que otras, unas más rectas y otras más solas…pero terminan siendo las mismas líneas. Por eso, prefiero mi soledad, para seguir viendo por la ventana mientras me fumo un puto y “alabado” cigarro.

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