viernes, 13 de enero de 2012

Erase una vez unos fríjoles mágicos

Algún día soñé con un lago de porosidades infinitas…tan grandes que los patos se incrustaran y llenaran de huevos de oro los confines de avaricia de la humanidad. Pero hacía falta un arpa, tan hermosa y mágica que lograra incluso llenar de amor a los fanáticos religiosos  y reunirlos en un asentimiento hippie junto a homosexuales y prostitutas. Un arpa única, pero no como la de las películas o cuentos infantiles, no con esa figura de Barbie en donde los senos son más grandes que los pobres fríjoles mágicos; le roban tal protagonismo que desde un inicio debieron entonces sembrarlas a ellas (las tetas) para subir a la tierra de gigantes, aunque si así fuese el caso, sería más bien la tierra de los laxantes, las prótesis, los bisturís, niñas golpeándose contra una pared para afilar su nariz o entregando a sus muñecas galletas de sibutramina… aunque dentro de unos años esos serán las historias que los niños de próximas generaciones escucharán antes de dormir… y eso, si las inundaciones, los gases tóxicos, las guerras y la publicidad embotellada hasta en el atún les permite dormir.
Era un maravilloso sueño, sin potencias absorbiendo las plantas del mundo gigante o Uribe amenazando a los hombres por ser “grandes”, tampoco estaba Bush jugando con soldaditos de plomo al ser el “rey del mundo”  o un procurador colombiano personificando a Cerebro (el amigo de Pinky) con una sotana y una cruz de juguete…
No, ese jamás fue mi sueño… ahora, luego de 16 años no encuentro ni al pato, ni al arpa y mucho menos los benditos fríjoles mágicos que escondí en la inocencia… ah! A ella tampoco la encuentro. 

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