martes, 27 de marzo de 2012

El libro que fue

Dejé de contar las gotas que golpearon mi ventana mientras leía ese libro incierto del que sacaste mi nombre. Tardé mucho para iniciarlo, suelo retrasarme a la vida, suelo entender las circunstancias cuando ellas ya mueren en mis manos, suelo abrazar las sombras cuando los cuerpos ya han partido y mis brazos no son más que promesas rotas. Vivo en cine mudo y lento, llanto en gris.
Costumbres que derrumban, pero igual, sigo inmerja en ellas. No puedo apartarlas, son parte de las líneas de mis manos. Mi imagen al espejo sólo me recuerda aquel personaje que solías crear en mí, los árboles que solías pintar para que escribiera en sus hojas, como una maldita maniática que no encontraba más desahogo que escribir…se me iba la vida en los esferos que perdía en mis mochilas, por alguna razón creo que en ellas vivía el duende que terminó por morir al igual que nuestro amor y mis ganas de escribir.
No le temo al dolor, sino al vacío que aún no se me quita en las tardes de lluvia mientras leo ignorando las gotas que golpean mi ventana.

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