Alguna vez creí en los sueños,
que se rompen y se sofríen en la lluvia de mañana,
que se comen en la cama y se comparten de boca en boca,
que les cuesta salir
de las cobijas,
y luego de un café oscuro toman un abrigo y salen a fracturar.
Golpes certeros y constantes,
golpes que dejan de doler luego de un tiempo,
cosquilleos molestos jugando a ser espasmos.
Otra vez creí en las circunstancias,
que obedecen a un sistema cíclico,
un tanto pendular,
que van y vienen, como las piernas desnudas
y los torsos eclipsados..
Luego, los sueños y las circunstancias,
no fueron más que alimento,
uno que dejó en mí, aliento a flores muertas,
uno que delató el agujero negro de mi cama.
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