domingo, 11 de octubre de 2015

Historias de estación I

La primavera olvidó traer consigo sus colores,
¿Dónde están los magentas, verdes y rojos?
Solo consigo respirar en blanco y negro,
unos días más aguados que otros,
una rutina líquida que gotea entre mis manos,
que aún no logro moldear.

El cielo aquí corre de prisa,
las ventanas golpean con más fuerza,
los azulejos de las calles atrapan, consumen,
sonrío con la magia de sus árboles,
unos de algodón, otros en rosa, como un cliché cinematográfico.

Este lugar huele a libros viejos, a una librería en días de calor,
a un lienzo no vendido en la subasta,
a actuaciones estelares sin espectador.

La verdad es que sonrío aquí,
con el dolor a cuestas que olvidé vaciar antes de partir,
con la primavera que se resiste a salir.

Quise dibujarlo para ti,
llenar de tierra mis manos
seducirte un poco y susurrarte
una rutina casi absurda, casi ambigua,
caminar por las grietas de los azulejos,
perdernos en los aromas de la vejez,
recostarnos en las escamas de estos árboles,
y ser primavera tú y yo,
pintarte flores en la espalda, matizarnos en jardines vecinos.

Quise, lo recreé aquí dentro,
mientras jugué a ser un nosotros,
jugaste a ser un gran escritor,
un relator de magnas historias,
un arquitecto de sonrisas en vigas de cartón,
jugué a creerte y tú a ordenar palabras,
así que se vino abajo la partida,
no me agrada jugar en estaciones imaginarias.

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