domingo, 8 de noviembre de 2015

Fracaso a las clases de baile

El movimiento  del péndulo
clava un dolor rítmico acá dentro.

Cada amanecer duele en los párpados,
y aún así abren sus caparazones cada mañana.

Existen composiciones temporales
en las que olvido bailar, mis pasos jamás han sido los mejores,
la danza del vivir, en ocasiones, parece solo un espectáculo,
que no nace de adentro, que aprendemos y heredamos.

Y, a veces, me siento en los ríos que trazo (un tanto asimétricos),
a botar piedritas y esperar,
esperar, a que una luz o algo al menos brillante baje,
baje y me grite, me revuelque, me arrastre, me quiebre, me una,
o al menos me demuestre su existencia.

Y viene otro amanecer,
de nuevo los párpados,
de nuevo el ritmo,
de nuevo la quimera…
de nuevo la nada.

De nuevo yo, esperando esa maldita luz,
que confundo con personajes similares a un bombillo,
se acercan, se funden, se pierden en el péndulo.


Imagen tomada de Talenthouse

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