En ocasiones es un dolor innecesario, como quien se
desprende día a día un poco de piel, hasta quedar desnudo y a merced del mundo.
Ruinas de voces impregnadas del olor de la mañana y susurros…
que sin estribos se posan en oídos castos para corromper el cuerpo y tal vez…solo
tal vez… el alma.
Estremecimiento… ojos que cambian de rumbo y fin…
Días en blanco y una noche en rojo… luego llega el púrpura...
Movimientos que destrozan extremidades y tumban de impacto
las pequeñas flores del cerezo…
Partículas que caen y otras que nacen…
Una vela consumida en la ventana y una vida encendida en su
llama…
Gritos sin eco, porque el aliento se fue en la primera capa
de piel… en la noche en que quedó a merced del mundo.
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