sentarse en la orilla de la cama
y extrañar el suelo,
caminar por una cuerda astillada.
Abrir los ojos y sentir el peso de 10.000 ígneas,
tras el paso de un devastador accidente,
de casualidades insensatas y causalidades inventadas.
Abrir los ojos y sentir que estas mentiras
que inventé para salir con vida de este naufragio
no las creo en las mañanas,
cuando despierto y abro los ojos
y siento que mi carne es más densa
que esta maldita forma de odiarte,
y que a pesar de haber creado un final paralelo,
sigues en cada salida del sol, como una maldita mancha de vino.
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